El 8 de marzo – día internacional de la mujer

Dibujo de una mujer muy floreada

Parece mentira que a comienzos del siglo XXI estemos aún tratando de conseguir la igualdad de género, que haya violencia machista, que no se haya conseguido una igualdad de salarios o que se tenga que imponer una cuota para conseguir un equilibrio entre el número de hombres y mujeres en las posiciones de mando de las grandes empresas o en la política.

Lo que pasa es que la gente que vive en una sociedad como la nuestra ya no recuerda tiempos en los que las mujeres no podían votar o estudiar en una universidad y estaban condenadas a ocuparse únicamente a labores de casa y de la familia, pero esto no significa que siempre haya sido así. Son menos de 100 años que las mujeres sufragistas salían a la calle para luchar por el derecho al voto, para poder participar de forma pasiva y luego también activa en la política. Tampoco tenían la posibilidad de estudiar en la universidad hasta comienzos del siglo pasado. ¿Por qué no? Porque se lo impedía una sociedad cuyas reglas las determinaban la iglesia y en consecuencia los hombres.

Por norma general el ser humano quiere mantener costumbres lo cual luego se llama de forma eufemística “tradiciones”. Lo nuevo puede dar miedo. “Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Lo nuevo o los cambios dan miedo, asustan. ¿Se va a derrumbar todo lo conocido si se cambia algo? Estos miedos están muy arraigados en las sociedades – en cualquier sociedad ya que estamos hablando de un comportamiento profundamente humano.

Es cierto que en los últimos 100 años en gran parte del mundo se ha logrado mucho en el ámbito de los derechos de la mujer, pero ¿por qué no hemos podido llegar a una igualdad total si parece ser lo más lógico? Se ha intentado cambiar costumbres o actitudes, formas de comportamiento y de pensamiento, arraigados en la gente desde hace tiempos inmemorables con leyes. Lo que pasa es que esto es una transformación de arriba para abajo. Esto se puede hacer por ejemplo con las reglas de tráfico donde se multa si no se lleva el cinturón y poco a poco la gente va aceptando esta regla para no pagar multas o porque realmente ven que esto es mejor para su salud. Pero si hablamos de comportamientos en el trato entre personas estamos hablando de comportamientos quizás milenarios que no se cambian únicamente con leyes.

Lo que tiene que cambiar es la educación de los/las niños/as para que la igualdad de género no sea algo que tengan que aprender o a lo que se les obliga aceptarla, sino que sea lo más normal y lógico para ellos/ellas. Esto significa que tienen que ver el ejemplo ya en casa, en el colegio, entre los/las amigos/as, el trato entre la familia, el respeto … Si no cambia eso nunca se podrá llegar a una igualdad verdadera en la que a ningún hombre se le pueda pasar por la mente que vale más que una mujer, que tiene más derechos o privilegios o que incluso la puede tratar como una propiedad.

En nuestra academia A Casa das Linguas en Santiago y Bertamiráns la mayoría del profesorado de inglés, francés y alemán son mujeres, las administrativas que llevan los centros son mujeres y la dirección del centro está compuesta por un hombre y una mujer. Queremos participar en esta labor de educación para conseguir un mundo en el que nadie será juzgado, tendrá derechos o obligaciones o se le marcará su destino simplemente por el hecho de pertenecer a un sexo.

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